Estamos recorriendo una etapa en nuestro país de un profundo
fanatismo, en varios y variados temas, nos estamos transformando tal vez sin querer en vehículos, de una profunda
represión de los pensamientos, sentimientos y opiniones de nuestros iguales.
Llevamos a cualquier discusión, sea política, religiosa, deportiva,
a una ocasión para degradar y agredir al pensar distinto, como si fuéramos los
dueños de la verdad absoluta e irrebatible.
Quisiera saber desde mi profunda ignorancia, si al unir nuestras
fuerzas, aquellas que gastamos en hablar mal de uno u otro, y la pusiéramos en
pos de un objetivo común, en afán de recuperar aquellas cosas que hemos perdido,
o estamos perdiendo, como seriamos como país, en qué estado nos encontraríamos,
si enarboláramos la bandera de la paciencia y la argentinidad.
Quisiera ver un pueblo fanático de sus creencias, su música, su
nacionalidad, sus costumbres, sus templanzas, sus héroes, o tan solo volvernos
respetuosos de nuestras profundas raíces, tan ricas, tan bellas, tan nuestras.
Volver a esos domingos de comer en familia, donde el abuelo
ocupaba la silla de la punta, en honor a su sapiencia, a sus años, llegar a casa
de la abuela, para que ella nos haga sentir niños otra vez, siendo entre sus
manos aquellos chiquillos amados y respetados.
Sacar la silla a la vereda, invitar al vecino a matear tupido,
asar la carne con nuestros hijos al lado, viendo crecer los nietos, soñar con
una nación entera donde todos nos respetemos.
Tenemos un país inmensamente rico, tan vasto, tan generoso,
hagamos de él, aquello que soñaron
nuestros ancestros, nuestros padres, aquel con el que soñamos cada día, hagamos
flamear nuestra enseña, mostremos de qué estamos hechos.
Traigamos a nuestra vida, la certeza de volver a ser, de salir
adelante unidos y hermanados detrás de nuestra gloriosa historia.
Derechos reservados 2013 Néstor R
Díaz
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