Desde aquella noche
Me espero una noche, no recuerdo mi
edad, me llevó con ella a volar por los poemas, por las notas dulces y
seductoras de sus melodías, a escuchar la lucha de aquellos cantores.
Recuerdo sí, que mi padre la ponía
bajito para no despertarnos, entonces bajé de mi cama, me acerqué, como éramos
pobres, la habitación de mi viejo estaba separada del living por una cortina,
me asomé por abajo, y ahí estaba él como siempre, mateando mientras se
deleitaba con Cafrune, Larralde , Corsini, Los Chalchas, Los Fronterizos, y con
la infaltable compañera de su soledad…la Negra Sosa.
Con la voz baja le pedí como rogando
si me dejaba acercar, sonrió como sonríen los grandes, me ofreció un mate, cosa
que hacíamos cuando nadie nos veía, por aquello de que los chicos no mateaban
con los mayores en esos tiempos.
Yo lo miraba extasiado, descubrí en mi
viejo una hermosa voz un tanto dolida, con mucha alegría lo sentí humano, más
cercano a mí.
Nos unió aquella música que aprendí a
amar, así como amaba a mi padre, chacareras, zambas, tangos, canciones sureras,
chamarritas, surcaban la galería de tantas puertas de la casa vieja.
Mi viejo y yo éramos un solo
sentimiento, cantábamos a los gritos, mientras la ronda de amargos llenaba el
espacio de un sabor especial…éramos dos panzas verdes unidos por dos amores, el
de padre e hijo y el de nuestra música.
No me ha dejado riquezas mi padre, no
las teníamos, más bien hemos pasado penurias tantas veces, pero me ha regalado
este sentir…el folclore habita mi vida, y quiero donárselo a mi niño pequeño, él
también como yo al viejo, me escucha cantar a los gritos…la música que admiro
desde ese día que me arrastre por debajo de la cortina.
Derechos reservados 2013 Néstor
R. Díaz
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